La verdad es que nos tocó vivir un tiempo incierto, lleno de contradicciones, Marta. Éramos los hijos menores de familias numerosas, desbordados por los acontecimientos. Desengañados por la ineficacia del sistema. Yo dejé los estudios recién terminado el instituto porque en realidad no había futuro. Tú misma sabes que las universidades sólo eran fábricas de parados. Tú sola truncaste tu carrera de historia al segundo año y te viniste a vivir conmigo a esa casa, para verter un nuevo mundo dentro de este otro. Luna nació en ese interín, quizá también desengañada. sólo que entonces éramos aún demasiado jóvenes para darnos cuenta cabal de lo que hacíamos. Puede que de haber tenido entonces toda nuestra experiencia de ahora jamás habríamos dado ese paso. Pero la juventud, como la ignorancia, es atrevida. Y temeraria.
Miro los folios ahora sobre al cama desordenados y no tengo fuerza ni para introducirlos en esta caja. ¿Cómo guardar tanto disparate para cuando se me pase esta rabieta? Marta, dice Malú que no es más que eso lo que tengo, un nuevo ataque de `libertonitis` aguda pero transitoria. En el fondo lo dice convencida, y no soy yo nadie para desengañarla. Pero ¿y tú?, ¿qué habrá sido de tu vida, Marta? ¿Y de nuestra hija? ¿También en ella el desencanto generacional se habrá cebado?
¿Te acuerdas? Fuimos muchos los engañados en aquella época. Pero no te confundas, no estoy diciendo ahora que me arrepienta. En cierto modo hemos aprendido un par de cosas. Hemos aprendido casi a sangre y fuego que los líderes no siempre estaban al frente de esta pequeña revolución cotidiana. Pero también hemos aprendido que las revoluciones de masas son las que menos probabilidades tienen de alzarse con el triunfo. Que nunca podrán imponerse al cabo entre tanta y tanta miseria, Marta. Porque este mundo es un mundo miserable. Dime tú, si no, por qué nos equivocamos. Qué fue lo que hicimos tan mal para estar ahora de esta forma.
Ya sé que tú me dirás que la vida no es tan mala. Pero para eso ya tengo a otra persona que me lo recuerda a todas horas. Y quizá las dos tengáis razón. Pero yo a cualquier parte que mire veo siempre la misma cosa. Tan sólo vendimos ideales por intereses económicos. Ahora tenemos más aparatos eléctricos en casa, coches mucho más veloces y potentes en el garaje, amargura insignificante cada cierto tiempo quizá a causa de la luna, siguiendo el constante ritmo de las mareas. Pero yo te digo que entonces sí teníamos un objetivo. Malú, como buena hija de su tiempo, dice que es ahora igual que antes. Y quizá Luna corrobore esa hipótesis suya algún día. Pero, mientras tanto, unos pocos seguiremos sintiéndonos estafados porque creímos, Marta. Y el descrédito ahora nos aparta.
Pero seguiremos sufriendo la estela larga de ese tiempo incierto que vivimos, lleno de contradicciones, seguiremos siendo eternamente los hijos menores de familias numerosas, desengañados por la ineficacia del sistema. Y porque la juventud, como la ignorancia, es atrevida y temeraria, seguiremos corriendo eternamente en pos de una quimera.
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